Su
ausencia me hace sentir como esas especies que habitan los abismos oceánicos. Lugares donde todo es
oscuridad, donde no hay vegetación, donde no existen hermosos peces de colores
que alegren el entorno.
"A bucear a una profundidad extraña"
Vivir cubierta por las lágrimas que conforman este océano. Las que derraman mis ojos a diario desde que
no le siento. Sin luz porque él no está para iluminar mi vida.
Instalada en esta soledad. Soledad aunque esté aquí, a mi lado, aunque esté al otro lado
del teléfono. Soledad aunque le hable.
Soledad, porque me siento sola.
Soledad, donde todos los días amanecen con cielos encapotados, donde no sale nunca el sol. Aunque
brille en el horizonte. Pero ese no es mi horizonte, por más que me siente
frente a él, frente al mar y vea como la brillante espuma de las olas ,rompen en el malecón. Aunque el
viento rompa en mi cara.
Soledad.
Estar rodeada de gente, gente que me habla, pero no les veo. Solo escucho mi propia voz. Hablan conmigo, en un discurso sordo, en el que nadie escucha. Porque nadie
entiende que no viva. Que su ausencia me haya convertido en una ermitaña sin
ermita.
Pienso en él y mi soledad aumenta. No puede dejar de hacerlo, por más que me atormente este pesar. Me siento en esa cueva oscura y fría, en
medio de alguna agreste montaña, en la que ni las alimañas habitan.
Vacío,
tristeza, desconsuelo.....soledad.
Lágrimas
dulces, que aclaran más si cabe mis tristes ojos verdes. Lágrimas que esperan
verle aparecer, esperan que me rescate de esta soledad en la que quedé instada.
¿Despertaré alguna vez de este letargo?.
Una parte de mi lo implora.
Una parte de mi desea
lo contrario.
"Hay
otras formas de amar".
Hay otras ilusiones con las que disfrutar y
compartir. Pero al corazón le cuesta
aceptarlo. Se resiste a dejarle ir, se resiste a no tenerle. Aunque en realidad nunca le haya tenido.
Salir,
reír, vivir.
Nadar hasta salir a la
superficie.
Mirar hacia el cielo en
busca de esa luz que las lágrimas me ocultan.
¿Conseguiré nadar, mantenerme a flote y llegar a la orilla?
Porque
una vez en ella, todo será más fácil. Una vez allí, lo haré.
Escuchar
esta canción me transmite sosiego, tranquilidad, emoción. Siento un gran
equilibrio. Quizá producido por el movimiento rápido y continuo de las Libélulas
y su simbolismo. Dicen que estos insectos
son portadores de la Buena Fortuna y la Autorrealización. Me gustan las Libélulas, y me gustan las azules. Son importantes para mí, de ahí el nombre del Blog.
Cierro los ojos y disfruto la canción, así la escucho siempre.
De esta
forma me traslada a otros lugares, lugares que están llenos de paz, de calma. Son
momentos de intimidad interior que me llevan a pasear por un jardín.
Un jardín lleno de luz, de color, de aromas, oigo el trino de los pájaros que en él se detienen. Un lugar cuidado con esmero, por unas manos sensibles que depositan, en cada uno de sus rincones, un trocito de su corazón.
Veo un
estanque con nenúfares y peces, junto a ellos flota un amor, protegido por unas Libélulas
de movimientos rápidos y controlados. Aunque son Libélulas rojas, porque allí
nunca ha llegado una Libélula azul, aletean con el mismo sentimiento de apoyo y protección.
Ahora pasan unas golondrinas, que se alejan cruzando las nubes a otro lugar en el que anidar y
que se llevan con ellas su amor, dejando allí, el del estanque junto al nenúfar.
Me siento en un banco de madera que me sale al encuentro. Es un espacio íntimo. Todo es verde a mi alrededor, verde y florido. En el banco no estoy
sola, me acompaña una pequeña maceta y una regadera con un cuello muy largo, quizá sea su sitio
habitual, quizá simplemente está allí olvidada por el jardinero, esperando su
regreso. Me gusta, me hará compañía.
Es una compañía inerte, no como la que acaba de aparecer ante mí. Ha salido de detrás de un seto. Me mira, lo miro. Se acerca tímido. No me conoce, me olisquea, creo que le he caído bien. Se sienta a mi lado y me observa. Me acompañará en el paseo.
Un rayo de sol llega hasta mi. Y pienso en el amor, representado por “la
luz que pasa por ojos de un puente romano, luz cambiante que acarició...", según el día, según la
hora. Cambiante igual que los amores, que cambian con los años, con el uso. Porque el amor pasa por muchas fases, tantas como matices tienen los colores de la luz.
Este jardín no tiene puente, o por lo menos yo no lo he descubierto, pero en mi
imaginación ya se lo he puesto.
Pienso que el amor debe de ser puro, simple, sin
grandes pretensiones. Como un “busto de arcilla de bella liberta con pendientes”,
lejos de ser una esclavitud. No hace falta más para ser feliz, si la persona te
hace feliz.
Hasta mí llegan “aromas de los orientes”, quizá
sea por la decoración que acompaña este espacio, con sus faroles de piedra, con algún Guerrero Samurái que entre flores, custodia este lugar, quieto, observando cada
movimiento de vida que gira a su alrededor, incluso la regadera del banco de madera, es de
origen japonés. No sé si es imaginación o la magia de este jardín, pero creo oír el sonido de notas en un arpa, aunque quizá sea el "trémula de rosas", al ser movidas por el aire de forma grácil. Incluso oigo una
flauta, cuyas notas nacen de forma sutil, de unos labios que transmiten la
dulzura del mazapán y de los anises. El ambiente que se crea a mí alrededor no
puede ser más amable y acogedor, no puedo abandonarlo todavía.
Sigocaminando. Ahora me
encuentro un lugar donde hacer fuego, donde quemar los rastrojos, tal vez sea para realizar las “ofrendas a las
Diosas Celestiales”. Votos y promesas que pidan nuevas ilusiones. La realización
de los sueños.
No deja de enseñarme cosas.
Hay muchas especies de flores: verbenas, lirios, claveles, cosmos, lilos, aquilegias, dimorphotecas, cada una con su fragancia, creando un ambiente de fusión de
aromas muy especial, algo que solo si estás aquí puedes apreciar.
Árboles, arbustos
y los Bonsáis, decenas de ellos por doquier, más grandes, más pequeños, de diferentes especies. Algunos de ellos llegados desde el mismo pais del sol naciente.
Esas pequeñas obras de arte natural que son el alma y el corazón de este jardín.
Y el estanque vuelve a aparecer ante mí. Con esos nenúfares, con ese
amor que sigue ahí flotando, esperando la llegada de las Libélulas, que como
cada año lo acompañaran en los meses estivales.
Creo que pronto anochecerá y la
canción ya se acaba, tengo que irme. Allí dejo a mi pequeño acompañante, mirándome, sin entender mi visita.
Solo me queda hacer una
observación. He visto muchas especies de plantas y flores, rosas de muchos
colores.
Pero hay una que no he visto. La Rosa de Alejandría, quizá no está ó
quizá ha estado junto a una Libélula azul, pero con la misma discreción que
llegó, vio y sintió, se marchó.
Se marchó, hasta una próxima visita.
Gracias Gumer Velázquez por las fotografías de tu jardín, sin las cuales no hubiera podido llevar a cabo este Siroco. Gracias por dejarme entrar y pasear virtualmente por “Tu mundo”. Amigo mío, de corazón, ha sido un verdadero placer.