martes, 12 de marzo de 2019

El geométrico vuelo de la libélula



Hubo una gira en la que la libélula azul no cesaba de volar sobre unas canciones y los sentimientos que estas le transmitían. Que los plasmaba en forma de palabras en escritos del alma.

Hubo una gira que acabó con su todo y su ahora. "Todos" y "Ahoras" que debían quedar atrás.
Después,  un tiempo de espera ante la inminente llegada de un nuevo trabajo, con más letras que hablaran.



La libélula necesitaba de esas nuevas canciones. Necesitaba nuevas vivencias, nuevos recuerdos.


Y el día llegó. Un 16 de marzo con aires de fiesta valencianos. Entre música de pasacalles y tracas, con nervios y llena de ansiedad tuvo en sus manos ese nuevo álbum "Geometría del rayo".


Lo escuchó una vez, tuvo que hacerlo una segunda y supo que era una joya. Todos sus trabajos lo son, pero este llegaba de una forma diferente. 

Y empezó a volar con él.

Canciones que eran verdaderos tesoros. Historias de amor, desamor, lentas, tibias. De esas que parecen que no se cantan, si no que se cuentan sentado en un sofá, con alguien enfrente que escucha atento.

Canciones  que nos dicen, 
Que me mires a los ojos, que me digas que no es cierto, que ya no me quieres ni para un consejo.

O que preguntan  ¿Qué puedo hacer, a dónde ir? Si entre la gente ya no me reconoces.

Porque ya pasa el último vagón, el que se perderá con su fanal rojo de cola, el que arrastra tras de sí sin deshonor, derrotas que son lluvia nacarada.

Y que la vida es un folletín, gastado y viejo folletín.





Canciones siempre llenas de metáforas, como él ya nos tiene acostumbrados.

Como la historia de una mantis religiosa que le aboca a un infierno.

De un amor como el fuego, tan grande que no basta con comerse la tarta, necesita comerse hasta las velas.

Canciones que nos dicen que nunca es tarde, para salir a la calle, para decir un te quiero, para las palabras, para el afán desmedido por la vida. 




Siempre estamos a tiempo de reaccionar. Que hay que saber vivir con lo que tenemos, en vez de tratar de satisfacer más necesidades las reduciré. 

Pero algo muy importante, algo que no hay que olvidar, que no hay que dormir, no parar, no perder esa llama febril. 






Y la libélula escuchaba, leía y sentía las canciones. Reía, también se emocionaba, pero sobre todo volaba muy alto. 

Madrid
Volaba muy alto esperando el comienzo de la gira. 

Porque había comprado entradas para varios conciertos meses antes del la publicación del trabajo, sin saber como sonaría. Pero ella sabía que él, no la defraudaría. Nunca lo había hecho y esta vez tampoco lo hizo.



Se aproximaba el tiempo en que se reuniría con esos amigos que son como ella, que no dudan en recorrer kilómetros siempre que pueden. Que acuden puntuales a la cita cuando de verle a él se trata.




La gira empezaba ya  en apenas un mes, tiempo contra reloj para aprenderse la canciones y acudir a la primera cita. 



Elche
Un soleado y primaveral día de abril en la ciudad de las palmeras.

Y entre palmeras fue el concierto, el primero, especial siempre, con esa alegre y divertida cola, por esa primera fila, por verle aparecer a él, por tantas cosas. 

Por ese "Sin llaves" tan personal para la libélula, que la hizo estremecerse, no pestañear a pesar que sus ojos se nublaron por las lágrimas. La  había recuperado en esta primera parte de la gira, porque ella continua "Sin llaves a las puertas del instante"

Valencia



Y siguieron más conciertos, hasta tuvimos uno que nos causó una gran tristeza. Nosotros salimos a la lluvia, pero de poco nos sirvió, fue imposible su celebración. Aunque el Dios de la lluvia se apiadó de nosotros y puso otra fecha. 








Albacete

Voló, voló a varios lugares de la geografía en su busca. Cantaba, saltaba, bailaba. Pero lo más importante para ella, sonriendo. Antes, durante y después de cada concierto.




Volviendo a casa con las alas azules cargadas de recuerdos.






Barcelona
Hasta las anheladas fotografías con él, con el maestro. 


No tenía ninguna y en menos de un año consiguió tres. 

Con esos nervios previos, nervios por tenerle a su lado. Con esa turbación, con ese no saber que decirle, porque al tenerle delante no le salen palabras, más que un tímido, "gracias". Con lo sencillo que es, lo cercano.

                   


"Geometría del rayo" llegó a su fin, y lo hizo cargado de recuerdos, los importantes, los vividos. Los que se guardan en su corazón malva. Malva, morado...como esa marea "manolera". Porque esta libélula, aunque no sea común, tiene un corazón de ese color, por más que ella sea azul.




Y hoy ella piensa en una palabra, la que pueda definirla, y la que le sale es "Feliz". Porque en este tiempo no ha hecho otra cosa que serlo. Porque ha conseguido lo que quería, vivir, exprimir el tiempo y siempre con una sonrisa en sus labios. Ah! y con una nariz de payaso puesta, porque quiere reírse con la gente y si ha de ser con su nariz roja, lo hará.



También hubieron lágrimas, claro que sí. Tiene sentimientos, lágrimas de emoción en reencuentros y despedidas, lágrimas de emoción al escuchar letras de canciones que hacen que sus alas vibren de forma especial. Pero de esto se trata de sentir, de ser esencia. 






Hoy la libélula, ya en casa, vuelve a escuchar su música, vuelve a revivir.

Recuerdos y fotografías la rodean. Pero a ella, lo que más le gusta es volar en un pequeño espacio rodeada de plantas. A la espera de un nuevo tiempo en el que vuelva a salir para crear nuevos recuerdos. 


Los que le sigan haciendo aletear muy rápido, sus alas azules.




SOMOS PURA ESENCIA DEL SENTIR MANOLERO