Sentir, sentir, sentir, siempre. Sentir lo que percibimos.
Los ojos, ventanas, que nos muestran todo lo que nos rodea. La cara de
un hijo al nacer, los colores del arcoiris tras una tormenta.
Escuchar una canción, o esa campana de la iglesia del pueblo de los
veranos de nuestra niñez. La voz que resuena en nuestra mente y que en
ocasiones, hace que nos giremos, queriendo encontrar a su dueño, aunque sepamos
que ya no está.
Oler la fragancia que desprenden las flores que llenan nuestros jardines. El olor de esa casa, la de nuestros padres, nuestros abuelos. El olor que nos traslada a un momento que nos hace sentir un escalofrío.
Quien no retiene el sabor de esa comida que nadie como ella sabía
hacer. El flan de huevo de mi abuela,
aun lo percibo. Ninguno como el de ella.
Tocar, tocar para sentir que existes, que estás aquí, que no son
imaginaciones. Esa mano amiga que en ciertos momentos te toca y sabes que no
estás solo. Ese tacto que de amistad, afecto, cariño, amor.
Y el sexto de los sentidos, la percepción, la intuición. Esas señales que nos llegan desde el interior, sin entender muy bien por donde, pero que nos alertan. Nos avisa de que hay que estar atento. Sentir lo que corre por centro de cada uno.
Y esa señal nos dice, que es "mejor sentir que pensar".
Y es cuando decidimos que hay que cruzar el puente. Aunque ese puente
puede tener muchas formas. Puede ser un camino, un tren... puede tener forma de
determinación, valentía, osadía.
"Y no creo que el destino ya esté escrito y por firmar". No,
no debe estarlo. Podemos cambiar nuestra vida, no hay nada definitivo, nada es
para siempre. Si algo no nos hace feliz, todo es cuestión de decidir si
queremos cambiarlo. Si nos equivocamos una vez, aprenderemos para no errar en
la siguiente oportunidad. Intentarlo hasta acertar.
Si hay que dejarlo todo atrás, hagámoslo. Quizá partir de cero,
desnudo, sea la solución, aligeremos el
equipaje. Aprendamos a caminar solos.
Contemplemos el sol, ese sol que nos da calor, porque el calor
reconforta y alimenta nuestra alma, nos ilumina y nos guía. Absorbamos los rayos que desprende, dejemos que
se filtren en nosotros, en forma de energía y vida.
"Caminar sin rumbo" hasta encontrar el lugar en el que al
pararnos y mirar al sol, repararemos en que es nuestro sitio, sabremos que lo
es. Nos acogerá y la noche traerá con
ella una luna que nos hará sentir, no estará rodeada de sombras ni oscuridad.
Dejémonos llevar por nuestro corazón, por nuestros impulsos.
Pensar, pensar es una rueda que gira y que en ocasiones nos aturde. Lo
que está bien, lo que está mal, lo que debemos o no hacer. Pero siempre pensando en quien. ¿Nosotros o
en ellos?
Escuchemos lo que nos dicta nuestro interior y sintamos. Sentirlo, no
pensarlo, no torturarnos en eso. Mientras que lo sentimos, lo vivimos, lo
disfrutamos. No puede ser nunca un error dejarse llevar por nuestro sexto
sentido. dejar que nos inunden las sensaciones que percibimos, que nos llegan,
dejar a un lado, de vez en cuando la razón, seguir al corazón, vivir.
Y siempre sentir.
"Es mejor sentir que pensar, sentir es mejor"
PURA ESENCIA DEL SENTIR MANOLERO
PURA ESENCIA DEL SENTIR MANOLERO